Los terribles dos años: las rabietas de los niños pequeños y cómo afrontarlas
Ver crecer a nuestro pequeño nos llena de inmenso orgullo y alegría. Desde sus primeros pasos hasta su primera palabra, atesoramos cada momento. Sin embargo, hay una etapa de su vida que no podemos evitar temer: los terribles dos años.
Durante los terribles dos años, tu pequeño, que antes reía y sonreía por cualquier cosa, tendrá una rabieta tras otra y te presionará. Gritos, mordiscos, patadas, llantos… a veces te parecerá interminable y puede incluso hacerte sentir mal preparada para la paternidad.
Pero los terribles dos años no tienen por qué ser algo que temes. Estamos aquí para ayudarte. En esta guía repasaremos cómo afrontar eficazmente las rabietas de tu hijo, las causas más comunes de las rabietas y, lo más importante, cómo prevenirlas.
¿Qué es una rabieta?
Una rabieta es un arrebato que suele incluir gritos, pisotones, patadas y otros comportamientos perturbadores. Las rabietas son una forma de que tu hijo -que no sabe muy bien cómo manejar sus nuevas emociones y expresarse- deje salir su frustración y comunique sus necesidades, deseos y sentimientos. Más abajo explicamos con más detalle las causas de las rabietas.
Aunque te preocupe que tu hijo tenga rabietas, son completamente normales. En la mayoría de los casos, remitirán a medida que tu hijo madure y encuentre mejores formas de manejar sus emociones y comunicar sus necesidades.
Las rabietas suelen empezar a aparecer cuando tu hijo tiene un año de edad, aunque son más frecuentes entre los 18 meses y los cuatro años, la fase de desarrollo conocida como los terribles dos años. Durante esta etapa de su vida, la mayoría de los niños tendrán al menos una rabieta a la semana.
A pesar de la idea errónea de que los niños tienen más rabietas que las niñas, las rabietas son frecuentes en ambos.
Causas comunes de las rabietas de los niños pequeños
Como hemos dicho antes, las rabietas son la forma en que tu hijo se desahoga, expresa sus emociones e intenta comunicarse. Como tal, una rabieta puede estar causada por toda una serie de cosas, como por ejemplo:
- Celos, normalmente de otro hermano o niño
- Deseo de atención o aburrimiento
- Querer algo, o que le quiten algo que quiere, ya sea un juguete, un bocadillo o un libro
- Sed o hambre: ¡los pequeños tienen mucho apetito!
- Desafíos y contratiempos, como la incapacidad de atarse los zapatos
- Sentirse fatigado o enfermo
- Sentirse estresado, temeroso, preocupado o molesto
- Luchar por adaptarse a los cambios, como un entorno desconocido o la llegada de un nuevo bebé
- No puede entender lo que le dices, o no consigue que le entiendas
- Sobrecarga sensorial
Los niños pequeños son extremadamente egocéntricos, por lo que muchas rabietas también se derivan de la incapacidad de tener autonomía sobre su día a día.
Algunos niños pequeños también utilizan las rabietas para poner a prueba tus límites. Si le has dicho a tu hijo que no puede tener ese oso de peluche chillón del escaparate que tanto desea, puede tener una rabieta para ver si cedes y se lo compras, sobre todo si ya has cedido antes.
Cómo manejar las rabietas
Cuando tu hijo tiene una rabieta, puede parecer que se ha convertido en un pequeño monstruo dispuesto a causar estragos en tu día. Sin embargo, recuerda que no se esfuerza por frustrarte, sino que no tiene las habilidades necesarias para hacer frente a sus nuevos deseos y emociones. Aquí repasaremos formas eficaces de manejar sus arrebatos.
Determina la causa
¿Se trata de una rabieta porque está agotado después de un largo día en el parque? Llevarlo a la cama pondrá fin a sus pisotones y llantos. ¿Se siente abrumado por su entorno? Sostenerlo en tu regazo le dará una sensación de seguridad y le ayudará a calmarse. En pocas palabras, si eres capaz de determinar la causa de la rabieta de tu hijo, será más fácil saber la mejor manera de combatirla.
Por supuesto, determinar la causa no siempre es fácil. Si no estás seguro de la causa, te recomendamos que pruebes las técnicas que se indican a continuación. También puedes realizar una evaluación, de la que hablaremos más adelante.
Distráelos
La capacidad de atención de un niño pequeño es extremadamente corta (¡hablamos de meros minutos!). Esto es algo que puedes aprovechar, ya que lo más probable es que si distraes a tu hijo justo antes de que esté a punto de tener una rabieta completa, le quitará de la cabeza aquello por lo que estaba frustrado o angustiado.
Hay varias formas de captar y desviar la atención de tu pequeño; puedes contarle un chiste divertido, abrir su libro de ilustraciones favorito y empezar a leerlo en voz alta, o incluso puedes señalar en una dirección y exclamar “vaya, mira eso…” y describir algo que ve con detalle.
Cuando le distraigas, asegúrate de sonreír y mostrarte muy emocionado. Esto hará que tu pequeño sienta aún más curiosidad y ganas.
Ponle un tiempo muerto
Si tu hijo patalea y muerde, debes retirarlo inmediatamente de la situación y ponerlo en tiempo muerto. Esto le dará la oportunidad de calmarse y evitará que haga daño a alguien de su entorno o a sí mismo.
Dile con calma a tu hijo que patear y morder no es aceptable – “no damos patadas ni mordemos, patear y morder hace daño”- y llévale a su lugar de tiempo fuera, y dile que esperarás a que se calme.
Si aún no has establecido un área de tiempo muerto, elige un espacio donde no haya distracciones cerca, como el último escalón de la escalera.
Sólo debes poner a tu hijo en tiempo muerto durante unos minutos como máximo. Cuanto más pequeño sea tu hijo, menos tiempo debe pasar en el tiempo fuera. Un niño de dos años debe estar dos minutos, mientras que uno de tres debe estar tres minutos. Si haces que su tiempo fuera sea más largo, simplemente se frustrará más y tendrá otra rabieta.
Espera y no cedas
Si tu hijo tiene una rabieta para llamar tu atención -o porque no le han dejado jugar con los cubiertos de la cocina-, la mejor manera de manejarla es ignorar su comportamiento y esperar a que pase. Mantén la calma y no establezcas contacto visual con tu hijo ni interactúes con él, por mucho que se queje y grite.
Si cedes a su búsqueda de atención o a su enfado por no salirse con la suya, le estás enseñando que las rabietas son el mejor método para conseguir lo que quiere. Aunque sólo cedas en alguna ocasión, tendrá un impacto. Muchos psicólogos clínicos explican que el refuerzo intermitente lo convierte en una conducta aprendida muy sólida… por lo que van a continuar con esa conducta.
Puede ser difícil no ceder, sobre todo cuando tu hijo tiene un arrebato en público con decenas de espectadores alrededor. Sin embargo, recuérdate que su rabieta llegará a su fin, y que el 75% de las rabietas sólo duran unos minutos.
Consejos adicionales
No grites, pegues o discutas con tu hijo. Esto empeorará su rabieta. Como los niños pequeños imitan el comportamiento de los que les rodean, también les estarás enseñando que deben utilizar estas medidas agresivas para manejar cualquier problema que se les presente en el futuro. Mantén siempre la calma; respira profundamente y cuenta hasta diez para no frustrarte.
A veces todo lo que tu hijo necesita es un poco de afecto y tranquilidad. Si está abrumado o nervioso, abrázalo con suavidad y tranquilízalo.
Cuando tu hijo se haya calmado por fin, no le premies por ello; le estarás enseñando que hacer una rabieta es una forma fácil de ser recompensado.
No le digas a tu pequeño lo que tiene que sentir y no rebajes sus sentimientos, aunque el motivo de su frustración sea completamente absurdo. Sí, incluso si el motivo es que su magdalena sólo tiene seis pepitas de chocolate visibles. Deja que expresen sus sentimientos, y enséñales formas de expresar sus sentimientos de forma saludable.
Asegúrate de que tu casa es a prueba de niños. Esto evitará que tu pequeño frustrado tenga en sus manos algo peligroso.
Si tu hijo grita, puede que no sea porque tenga una rabieta. Puede que sólo esté probando su capacidad vocal. Si buscas ayuda para hacer frente a los gritos, no dejes de consultar nuestra guía sobre cómo manejar los gritos de los niños.
Cómo prevenir las rabietas de los niños pequeños
A pesar de lo espontáneas e inevitables que puedan parecer las rabietas, hay medidas que puedes tomar para reducir la posibilidad de que se produzcan.
Realiza una evaluación
Cada vez que tu hijo tenga una rabieta, anota su comportamiento antes, durante y después. Esto te ayudará a deducir las causas habituales de sus arrebatos, información que puedes utilizar para evitar que se produzcan rabietas en el futuro.
Por ejemplo, si tu hijo pequeño siempre tiene una rabieta cuando le das un vaso de plástico rojo, sabrás que una forma fácil de evitar futuras rabietas asociadas a él es simplemente darle un vaso diferente.
Por supuesto, algunos desencadenantes habituales de las rabietas no pueden evitarse tan fácilmente: ponerse los zapatos, ir a la cama, visitar a un familiar, por nombrar algunos. Sin embargo, si has podido deducir que estas cosas son la causa, puedes preparar a tu hijo para ellas y hacerlas más llevaderas.
La coherencia es la clave
Los niños pequeños necesitan una sensación de seguridad y protección. Sin esto, se sentirán asustados, confundidos y frustrados, emociones que pueden desencadenar una rabieta. Mantén un horario y evita cambiarlo en la medida de lo posible. Si tu hijo sabe lo que puede esperar y cuándo puede esperarlo, se sentirá más controlado y no se sentirá perdido ante lo que ocurre a su alrededor.
Si sabes que va a haber un cambio de horario, asegúrate de avisar a tu hijo de ello y prepáralo para que no sea una sorpresa. También debes informarles de lo que ocurrirá a lo largo del día. Por ejemplo, puedes decirles “hoy iremos al parque, luego veremos a Nana”.
Prepara, prepara, prepara
El hambre y la sed son desencadenantes habituales de las rabietas, así que recuerda tener siempre a mano un tentempié y una bebida cuando estéis fuera. También debes asegurarte de que tu hijo esté bien descansado y relajado antes de salir.
Si tienes que llevarle a algún sitio durante mucho tiempo, lleva su juguete favorito para mantenerle ocupado. Tenemos un artículo sobre los mejores regalos para niños, por si te interesa.
No les agobies
Para ti, un día de diversión puede ser ir al parque, seguido de una comida y luego una salida al cine, pero para tu hijo pequeño, todas esas actividades en un día son cualquier cosa menos divertidas. Será estresante, agotador y provocará rabietas. Para evitar que se sientan abrumados, intenta repartir las actividades a lo largo de la semana, en lugar de hacerlas todas en un solo día.
Asegúrate de conocer los signos habituales de estrés en los niños pequeños. Si conoces las señales a las que hay que prestar atención, podrás reducir la situación antes de que tu hijo se sienta demasiado abrumado y tenga un arrebato. También debes evitar las zonas concurridas y ruidosas, ya que pueden provocar una sobrecarga sensorial, algo a lo que muchos niños pequeños reaccionan con una rabieta.
Reduce las tentaciones
Seamos realistas: ningún niño pequeño puede resistirse a una hornada de brownies recién horneados, y si los dejas tirados, te garantizamos que tu pequeño tendrá una rabieta hasta que coja uno. O una docena.
Limita al máximo las tentaciones; en lugar de dejar esos brownies a la vista, escóndelos y mantenlos fuera de su vista. Sólo enseña los brownies a tu hijo cuando te parezca bien que los coma.
Dale algo de poder
Dar a tu hijo un poco más de poder en su día a día puede ayudarle a sentirse escuchado, respetado y con el control, cosas que evitarán que se frustre o se ponga ansioso (y cualquier otra persona).
Una forma fácil de conseguirlo es ofrecerles la posibilidad de elegir en las cosas pequeñas. Por ejemplo, en lugar de elegir la camisa por ellos, enséñales dos camisas y pregúntales cuál prefieren llevar.
Presta suficiente atención
A veces puede ser difícil prestar a tu hijo pequeño toda la atención que realmente necesita. La vida puede lanzarte todo tipo de obstáculos, desde una vida laboral agitada hasta la llegada de un nuevo bebé. Sin embargo, es fundamental que tu hijo pequeño reciba suficiente atención a lo largo del día, pues de lo contrario, sin duda intentará captar tu atención mediante una rabieta.
De hecho, si le prestas más atención a tu pequeño cuando no tiene rabietas y, en cambio, cuando se comporta bien, pronto se dará cuenta de que el buen comportamiento es la mejor manera de ganarse tu atención. Puedes demostrarle a tu hijo que tiene tu atención con el contacto visual, las caricias suaves y, por supuesto, pasando tiempo de calidad juntos.
Apela a su curiosidad
Un niño pequeño está en una edad en la que está lleno de curiosidad sin límites. Probablemente conozcas las interminables preguntas de “por qué” que hacen. Aunque la curiosidad es sana y crucial para el crecimiento de tu hijo, la impaciencia viene acompañada de ella. Si tu pequeño siente que no es capaz de apaciguar su recién descubierta curiosidad, su impaciencia le consumirá y se frustrará rápidamente.
Por lo tanto, si quieres evitar las rabietas, es vital que te asegures de satisfacer la naturaleza inquisitiva de tu hijo. Los juegos o juguetes que implican la resolución de problemas satisfacen sin duda su curiosidad, así como los que le presentan cosas nuevas y emocionantes.
El juego de simulación es otra forma de que tu hijo apacigüe su curiosidad, ya que le permitirá representar con seguridad todo lo que siempre ha querido probar. Estos juguetes y juegos también ayudarán mucho al desarrollo de tu pequeño, sobre todo en lo que se refiere a su motricidad fina y sus habilidades cognitivas.
Cuándo hay que preocuparse
Aunque las rabietas son normales, en algunos casos pueden ser motivo de preocupación. Pueden indicar signos de un trastorno del estado de ánimo, o un problema de comportamiento como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Si tu pequeño ha mostrado alguno de los siguientes signos, debes hablar con un pediatra para que te oriente:
- Se ha lesionado a sí mismo o a otros durante una rabieta
- Tiene varias rabietas al día
- Tiene constantemente rabietas que duran más de 25 minutos
- Le cuesta hablar o es incapaz de calmarse
- Señales de sobrecarga sensorial o ansiedad
- Las rabietas no disminuyen a los cuatro años
- Retiene la respiración repetidamente durante una rabieta, especialmente si lo hace hasta el punto de ponerse azul y desmayarse
- Muestra una baja autoestima o es demasiado dependiente
Ten en cuenta que las rabietas excesivas también pueden ser el resultado de un problema de salud física subyacente, ya que los niños pequeños suelen expresar el dolor y la enfermedad a través de las rabietas.
Reflexiones finales
Después de una rabieta, puede que te sientas como si no estuvieras capacitada para ser madre, incapaz de proporcionar a tu hijo el apoyo que necesita. Sin embargo, ¡no es así! Recuérdate que estás haciendo un buen trabajo de crianza, y que las rabietas son una parte inevitable y normal de la vida de tu hijo, no una señal de que estás haciendo algo mal.
Manejar las rabietas puede ser un reto, pero si tomas medidas preventivas y manejas sus rabietas con los métodos que hemos comentado anteriormente, convertirás los terribles dos años en años que atesorarás.
Pediatra desde 2015, enamorada de mi trabajo. Tengo dos enormes renacuajos y un marido que cocina mejor que nadie.
Máster en Investigación Clínica y Postgrado en Divulgación Científica, también colaboro desde hace años como profesora en varios centros educativos y artículos científicos.
Empecé Revista del Bebé para ayudar a todas las madres y padres que lo pudieran necesitar, y así unifico mis grandes pasiones: los niños y escribir.